El papa Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio, falleció este lunes 21 de abril a los 88 años en su residencia de la Casa Santa Marta, en el Vaticano. El pontífice argentino, primer papa americano y jesuita de la historia, padecía una neumonía bilateral e infección polimicrobiana, cuadro que se agravó en las últimas semanas. Su muerte marca el fin de una etapa histórica para la Iglesia católica.
Francisco había sido hospitalizado en febrero en el Policlínico Agostino Gemelli de Roma, tras varios días con síntomas de bronquitis. A los pocos días, sus médicos confirmaron que su situación se había complicado con una neumonía severa. Después de 38 días de internación, fue dado de alta para continuar su recuperación en el Vaticano, donde finalmente falleció.
Durante los últimos años, el pontífice enfrentó numerosos problemas de salud. Utilizaba una silla de ruedas por dolores persistentes en las rodillas y la espalda, y en diciembre pasado sufrió un accidente doméstico que le dejó un hematoma visible en el cuello.
Un papado cercano a los jóvenes
Uno de los aspectos más destacados del liderazgo de Francisco fue su cercanía con la juventud. En su primer viaje internacional como papa, durante la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil en 2013, pronunció su célebre llamado a los jóvenes: “¡Hagan lío!”, en referencia a su deseo de ver una Iglesia comprometida, activa y presente en la calle.
A lo largo de su vida, Francisco también se mostró como un apasionado del deporte, y nunca ocultó su amor por el club San Lorenzo de Almagro, del que fue hincha desde joven.
Un legado reformista
Desde su elección como sumo pontífice en marzo de 2013, Francisco impulsó profundas reformas dentro del Vaticano. Denunció las desigualdades sociales, criticó el sistema capitalista, condenó con firmeza los abusos sexuales dentro del clero y promovió cambios estructurales dentro de la Iglesia.
Entre sus medidas más relevantes, destacan el endurecimiento de las normas contra la pederastia, la reforma del Código de Derecho Canónico para permitir una mayor participación de las mujeres en la Iglesia, y su respaldo a la unión civil entre personas del mismo sexo, aunque aclarando que no era una bendición eclesiástica.
El primer papa americano
Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en el barrio de Flores, en Buenos Aires. Hijo de un trabajador ferroviario de origen piamontés y una ama de casa, cursó estudios en escuelas públicas y se graduó como técnico químico. Ingresó a la Compañía de Jesús en 1958 y se ordenó sacerdote en 1969.
En 1992, el papa Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires. Seis años más tarde, asumió como arzobispo de la ciudad tras la muerte del cardenal Antonio Quarracino. Su perfil austero, cercano y crítico lo llevó a tener un rol destacado en la Conferencia Episcopal Argentina, que presidió entre 2005 y 2011.
Una figura influyente también en la política argentina
Durante su etapa como arzobispo, Bergoglio mantuvo tensas relaciones con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, a quienes criticó por su estilo confrontativo y por la persistencia de la pobreza estructural. Se opuso firmemente al matrimonio igualitario aprobado en 2010, al que calificó como una “pretensión destructiva al plan de Dios”.
No obstante, tras su elección como papa, Francisco y la entonces presidenta Fernández mantuvieron encuentros cordiales, y él incluso se comunicó con ella en 2022 tras el intento de asesinato que sufrió como vicepresidenta.
Un papa para la historia
Con más de medio centenar de viajes internacionales, el papa Francisco fue una figura clave en el escenario global. Predicó un mensaje de paz, humildad y unidad, y desafió con valentía las estructuras tradicionales del Vaticano.
Su muerte deja un vacío significativo en el liderazgo espiritual de millones de personas en todo el mundo. Será recordado como un pontífice que, con gestos simples y convicciones firmes, abrió nuevos caminos dentro de una de las instituciones más antiguas del planeta.